¡Felicidades P.Dario! / Congratulations Fr. Dario!

Nuestra comunidad FELICITA al P. Dario Miranda con motivo de su Aniversario de Sacerdote el pasado 13 de junio y su Cumpleaños hoy, 24 de Junio.

¡FELIZ CUMPLEANOS!

Damos gracias a Dios por estos 26 años de sacerdocio… Que Dioes lo bendiga hoy y siempre.


Our community CONGRATULATES Fr. Dario Miranda for his Ordination Anniversary this past June 13 and his Birthday today, June 24.

HAPPY BIRTHDAY!

We thank God for these 26 years of priesthood…. May God bless you today and always.

Natividad de San Juan Bautista

Natividad de San Juan Bautista

Solemninad Litúrgica, 24 de junio

Nacimiento de Juan Bautista Solemnidad de la Natividad de san Juan Bautista, Precursor del Señor, que, estando aún en el seno materno, al quedar lleno del Espíritu Santo exultó de gozo por la próxima llegada de la salvación del género humano. Su nacimiento profetizó la Natividad de Cristo el Señor, y su existencia brilló con tal esplendor de gracia, que el mismo Jesucristo dijo no haber entre los nacidos de mujer nadie tan grande como Juan el Bautista. Origen de la fiesta La Iglesia celebra normalmente la fiesta de los santos en el día de su nacimiento a la vida eterna, que es el día de su muerte. En el caso de San Juan Bautista, se hace una excepción y se celebra el día de su nacimiento. San Juan, el Bautista, fue santificado en el vientre de su madre cuando la Virgen María, embarazada de Jesús, visita a su prima Isabel, según el Evangelio. Esta fiesta conmemora el nacimiento “terrenal” del Precursor. Es digno de celebrarse el nacimiento del Precursor, ya que es motivo de mucha alegría, para todos los hombres, tener a quien corre delante para anunciar y preparar la próxima llegada del Mesías, o sea, de Jesús. Fue una de las primeras fiestas religiosas y, en ella, la Iglesia nos invita a recordar y a aplicar el mensaje de Juan. El nacimiento de Juan Bautista Isabel, la prima de la Virgen María estaba casada con Zacarías, quien era sacerdote, servía a Dios en el templo y esperaba la llegada del Mesías que Dios había prometido a Abraham. No habían tenido hijos, pero no se cansaban de pedírselo al Señor. Vivían de acuerdo con la ley de Dios. Un día, un ángel del Señor se le apareció a Zacarías, quien se sobresaltó y se llenó de miedo. El Árcangel Gabriel le anunció que iban a tener un hijo muy especial, pero Zacarías dudó y le preguntó que cómo sería posible esto si él e Isabel ya eran viejos. Entonces el ángel le contestó que, por haber dudado, se quedaría mudo hasta que todo esto sucediera. Y así fue. La Virgen María, al enterarse de la noticia del embarazo de Isabel, fue a visitarla. Y en el momento en que Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó de júbilo en su vientre. Éste es uno de los muchos gestos de delicadeza, de servicio y de amor que tiene la Virgen María para con los demás. Antes de pensar en ella misma, también embarazada, pensó en ir a ayudar a su prima Isabel. El ángel había encargado a Zacarías ponerle por nombre Juan. Con el nacimiento de Juan, Zacarías recupera su voz y lo primero que dice es: “Bendito el Señor, Dios de Israel”. Juan creció muy cerca de Dios. Cuando llegó el momento, anunció la venida del Salvador, predicando el arrepentimiento y la conversión y bautizando en el río Jordán. La predicación de Juan Bautista Juan Bautista es el Precursor, es decir, el enviado por Dios para prepararle el camino al Salvador. Por lo tanto, es el último profeta, con la misión de anunciar la llegada inmediata del Salvador. Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Venían hacia él los habitantes de Jerusalén y Judea y los de la región del Jordán. Juan bautizaba en el río Jordán y la gente se arrepentía de sus pecados. Predicaba que los hombres tenían que cambiar su modo de vivir para poder entrar en el Reino que ya estaba cercano. El primer mensaje que daba Juan Bautista era el de reconocer los pecados, pues, para lograr un cambio, hay que reconocer las fallas. El segundo mensaje era el de cambiar la manera de vivir, esto es, el de hacer un esfuerzo constante para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Esto serviría de preparación para la venida del Salvador. En suma, predicó a los hombres el arrepentimiento de los pecados y la conversión de vida. Juan reconoció a Jesús al pedirle Él que lo bautizara en el Jordán. En ese momento se abrieron los cielos y se escuchó la voz del Padre que decía: “Éste es mi Hijo amado…”. Juan dio testimonio de esto diciendo: “Éste es el Cordero de Dios…”. Reconoció siempre la grandeza de Jesús, del que dijo no ser digno de desatarle las correas de sus sandalias, al proclamar que él debía disminuir y Jesús crecer porque el que viene de arriba está sobre todos. Fue testigo de la verdad hasta su muerte. Murió por amor a ella. Herodías, la mujer ilegítima de Herodes, pues era en realidad la mujer de su hermano, no quería a Juan el Bautista y deseaba matarlo, ya que Juan repetía a Herodes: “No te es lícito tenerla”. La hija de Herodías, en el día de cumpleaños de Herodes, bailó y agradó tanto a su padre que éste juró darle lo que pidiese. Ella, aconsejada por su madre, le pidió la cabeza de Juan el Bautista. Herodes se entristeció, pero, por el juramento hecho, mandó que le cortaran la cabeza de JuanBautista que estaba en la cárcel. ¿Qué nos enseña la vida de Juan Bautista? Nos enseña a cumplir con nuestra misión que adquirimos el día de nuestro bautismo: ser testigos de Cristo viviendo en la verdad de su palabra; transmitir esta verdad a quien no la tiene, por medio de nuestra palabra y ejemplo de vida; a ser piedras vivas de la Iglesia, así como era el Papa Juan Pablo II. Nos enseña a reconocer a Jesús como lo más importante y como la verdad que debemos seguir. Nosotros lo podemos recibir en la Eucaristía todos los días. Nos hace ver la importancia del arrepentimiento de los pecados y cómo debemos acudir con frecuencia al sacramento de la confesión. Podemos atender la llamada de Juan Bautista reconociendo nuestros pecados, cambiando de manera de vivir y recibiendo a Jesús en la Eucaristía. El examen de conciencia diario ayuda a la conversión, ya que con éste estamos revisando nuestro comportamiento ante Dios y ante los demás.

VACACIONES ¿CON O SIN DIOS?

La vida cristiana, implica vivir según las bienaventuranzas. El verano no puede ser un paréntesis… El bañador, las gafas de sol, una novela de intriga, una revista de crucigramas, algo de ropa (no mucha), desodorante, colonia… Todo entra en la maleta, antes de salir, por fin, de vacaciones. Todo… Bueno, algo tiene que quedarse en casa. Miramos a la estantería y salta, ante nuestros ojos, una Biblia. ¿La llevamos? Una voz nos susurra: “pesa mucho, además, vas de vacaciones, para disfrutar y descansar, que te lo mereces…” Existe el peligro de vivir el tiempo de verano como si Dios no existiese, como si la fe cristiana fuese sólo para los días ordinarios, para el trabajo, cuando los familiares, conocidos y amigos clavan sus ojos en nosotros y siguen cada uno de nuestros movimientos. Las vacaciones, piensan algunos, se viven para olvidar deberes pesados, responsabilidades difíciles, normas oprimentes. Incluso hay quienes olvidan o quieren olvidar esa lista de mandamientos que Dios nos dio por medio de Moisés y que marcan nuestro camino de fidelidad a Cristo. Buscan hacer “vacaciones de Dios”, o, incluso, mandan a Dios “de vacaciones” para poder disfrutar unos días según lo que se les antoje en cada momento. El cristiano, sin embargo, no puede tomarse vacaciones de sus compromisos espirituales. Pensar en el verano como una especie de tiempo sin ley, donde uno se echa unas cuantas canas al aire y se permite películas, bailes o bebidas que pueden ser peligrosas, es simplemente no entender el tesoro tan estupendo que llevamos entre manos. No es justo arriesgarse a perder, en unos días, la amistad con Dios que llamamos “estado de gracia”. La vida cristiana, no lo olvidemos, es el tesoro más grande que Dios nos ha dado. Implica vivir según las bienaventuranzas, pensar en los demás, ayudar a los pobres, ser fieles a los compromisos familiares y sociales. El verano no puede ser un paréntesis, un momento en el que dejemos volar los instintos a donde nos lleven, incluso tal vez a algún que otro pecado grave. No pensemos sólo en el campo sexual, donde ya de por sí somos tentados durante casi todo el año. También se puede aplicar al verano la parábola del pobre Lázaro a las puertas del rico (que llamamos, ya por costumbre, Epulón): habrá algún necesitado que nos pida ayuda, y el pensar en los otros vale también cuando uno está en la playa o en la montaña. Igualmente, hay vírgenes necias que, en verano, son sorprendidas por la llegada del esposo, y no tienen aceite en sus alcuzas. La muerte no avisa, y no es de psicóticos estar preparados al encuentro del Señor. Y los dones que Dios nos ha dado (salud, alegría, optimismo, energías físicas y espirituales) no son para ser guardados durante las semanas de descanso: también nos pueden pedir cuenta de lo que hayamos hecho o dejado de hacer con ellos estos días en los que alguno se siente con más ganas de acariciar las sábanas que de dedicarse a ayudar a la familia en las pequeñas cosas de todos los días (también en verano). Pero ver el verano sólo como un momento de relax lleno de tentaciones es injusto para con nosotros mismos y para con el mismo Dios. Cuando disponemos de más tiempo libre, cuando los momentos de descanso son abundantes, podemos dedicarnos con mayor serenidad a tantas actividades que embellecen el corazón, que nos acercan a Dios. Ir un rato a una iglesia o al cementerio más cercano para rezar, sin prisas, sin relojes. Pasear los ojos en las plantas con las que Dios nos permite asomarnos a su imaginación inagotable. Escuchar con esperanza los gritos de unos niños que luchan por mantener en pie, frente a las olas, un castillo de arena frágil
como la vida de cada hombre y mujer en este planeta de emociones y sorpresas. Seguir con la mirada el vuelo de un murciélago que todas las tardes busca y consigue la comida para su existencia efímera. Mil oportunidades nos permiten reflexionar sobre tantas cosas importantes: nuestra familia, nuestras amistades, nuestros sueños más profundos, quizá aún irrealizados.. Acabamos de preparar la maleta. Quizá no hubo espacio para la Biblia gruesa, pesada, más de adorno que de lectura. Pero pudimos apretar, entre un pijama y unos pantalones de paseo, un pequeño Evangelio o una “Imitación de Cristo”. Tendremos pequeños momentos para volver a leer verdades que nos salvan, que nos ponen ante lo único necesario. Cuando cada domingo, en la playa o en la montaña, busquemos una iglesia para ese encuentro deseado con Cristo en la Misa, podremos decirle que este verano, de verdad, no hemos hecho unas vacaciones sin Dios.

Catholic Culture / Cultura Catolica

CELEBREMOS EL:
TIEMPO ORDINARIO
En el Calendario Litúrgico
(P. Antonio Rivero L.C)

Este tiempo se convierte así en un gimnasio auténtico para encontrar a Dios en los acontecimientos diarios Ordinario no significa de poca importancia, anodino, insulso, incoloro. Sencillamente, con este nombre se le quiere distinguir de los “tiempos fuertes”, que son el ciclo de Pascua y el de Navidad con su preparación y su prolongación. Es el tiempo más antiguo de la organización del año cristiano. Y además, ocupa la mayor parte del año: 33 ó 34 semanas, de las 52 que hay. El Tiempo Ordinario tiene su gracia particular que hay que pedir a Dios y buscarla con toda la ilusión de nuestra vida: así como en este Tiempo Ordinario vemos a un Cristo ya maduro, responsable ante la misión que le encomendó su Padre, le vemos crecer en edad, sabiduría y gracia delante de Dios su Padre y de los hombres, le vemos ir y venir, desvivirse por cumplir la Voluntad de su Padre, brindarse a los hombres… así también nosotros en el Tiempo Ordinario debemos buscar crecer y madurar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor, y sobre todo, cumplir con gozo la Voluntad Santísima de Dios. Esta es la gracia que debemos buscar e implorar de Dios durante estas 33 semanas del Tiempo Ordinario. Crecer. Crecer. Crecer. El que no crece, se estanca, se enferma y muere. Debemos crecer en nuestras tareas ordinarias: matrimonio, en la vida espiritual, en la vida profesional, en el trabajo, en el estudio, en las relaciones humanas. Debemos crecer también en medio de nuestros sufrimientos, éxitos, fracasos. ¡Cuántas virtudes podemos ejercitar en todo esto! El Tiempo Ordinario se convierte así en un gimnasio auténtico para encontrar a Dios en los acontecimientos diarios, ejercitarnos en virtudes, crecer en santidad…y todo se convierte en tiempo de salvación, en tiempo de gracia de Dios. ¡Todo es gracia para quien está atento y tiene fe y amor! El espíritu del Tiempo Ordinario queda bien descrito en el prefacio VI dominical de la misa: “En ti vivimos, nos movemos y existimos; y todavía peregrinos en este mundo, no sólo experimentamos las pruebas cotidianas de tu amor, sino que poseemos ya en prenda la vida futura, pues esperamos gozar de la Pascua eterna, porque tenemos las primicias del Espíritu por el que resucitaste a Jesús de entre los muertos”. Este Tiempo Ordinario se divide como en dos “tandas”. Una primera, desde después de la Epifanía y el bautismo del Señor hasta el comienzo de la Cuaresma. Y la segunda, desde después de Pentecostés hasta el Adviento. Les invito a aprovechar este Tiempo Ordinario con gran fervor, con esperanza, creciendo en las virtudes teologales. Es tiempo de gracia y salvación. Encontraremos a Dios en cada rincón de nuestro día. Basta tener ojos de fe para descubrirlo, no vivir miopes y encerrados en nuestro egoísmo y problemas. Dios va a pasar por nuestro camino. Y durante este tiempo miremos a ese Cristo apóstol, que desde temprano ora a su Padre, y después durante el día se desvive llevando la salvación a todos, terminando el día rendido a los pies de su Padre, que le consuela y le llena de su infinito amor, de ese amor que al día siguiente nos comunicará a raudales. Si no nos entusiasmamos con el Cristo apóstol, lleno de fuerza, de amor y vigor…¿con quién nos entusiasmaremos? Cristo, déjanos acompañarte durante este Tiempo Ordinario, para que aprendamos de ti a cómo comportarnos con tu Padre, con los demás, con los acontecimientos prósperos o adversos de la vida. Vamos contigo, ¿a quién temeremos? Queremos ser santos para santificar y elevar a nuestro mundo.


What is Ordinary Time?

The rhythm of the liturgical seasons reflects the rhythm of life — with its celebrations of anniversaries and its seasons of quiet growth and maturing. Ordinary Time, meaning ordered or numbered time, is celebrated in two segments: from the Monday following the Baptism of Our Lord up to Ash Wednesday; and from Pentecost Monday to the First Sunday of Advent. This makes it the
largest season of the Liturgical Year. In vestments usually green, the color of hope and growth, the Church counts the thirty-three or thirty-four Sundays of Ordinary Time, inviting her children to meditate upon the whole mystery of Christ – his life, miracles and teachings – in the light
of his Resurrection. If the faithful are to mature in the spiritual life and increase in faith, they must descend the great mountain peaks of Easter and Christmas in order to “pasture” in the vast verdant meadows of tempus per annum, or Ordinary Time. Sunday by Sunday, the Pilgrim Church marks her journey through the tempus per annum as she processes through time

Procesión Corpus Christi y visita de la Virgen de Zapopan

Gracias a todos por su participación y por acompañarnos en estos eventos tan especiales para nuestra parroquia.

IMPORTANCIA DE LA EDUCACION CATOLICA

IMPORTANCIA DE LA EDUCACION CATOLICA

Si analizamos las características más sobresalientes de la sociedad actual, sin importar el
país o la región, quedaríamos asombrados al ver en la familia, núcleo central de la sociedad, una
desintegración de grandes proporciones. Eso, unido a la violencia intrafamiliar, el culto al consumismo,
el dar valor por lo que se tiene, no por lo que se es, la indiferencia ante las calamidades
de los más necesitados, la lucha por el poder sin importar los medios. Ante esta presencia
continua de ANTI-VALORES, es necesario reflexionar y tomar medidas que neutralicen estas acciones.

Se necesitan personas con un liderazgo participativo en la transformación de la sociedad y ese es el objetivo de la educación católica.
Un considerable porcentaje de estudiantes de cada país, asisten a una escuela católica.
La escuela católica busca transmitir una educación liberadora y liberalizante, una formación
integral que hace que los alumnos desarrollen todas sus aptitudes en su desempeño de SER CATÓLICO Y CENTRADOS
EN LA EUCARISTÍA. La escuela católica busca transmitir valores que iluminen todo el saber y el quehacer en la vida.
En esta instancia académica y evangelizadora, es imprescindible la participación del padre de familia como primer educador
de sus hijos. Así mismo, la formación en valores de los docentes debe ser una preocupación de la escuela católica. Por
consiguiente, el perfil de un egresado de un colegio católico debe reunir las siguientes características:
Ser una persona que se destaque por su integridad moral, su solidaridad, respeto a los demás, dar testimonio de su fe,

y participación en el bien común. Ser crítico y creativo.
Con estos líderes socializando en todos los niveles de la sociedad, sí tendremos una presencia permanente de los valores
cristianos que serán el bastión de nuestros hijos.

La Santisima Trinidad / The Holy Trinity

LA SANTISIMA TRINIDAD

El siguiente domingo después de Pentecostés Un solo Dios en tres Personas: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo La Iglesia dedica el siguiente domingo después de Pentecostés a al celebración del día de la Santísima Trinidad. Un misterio es todo aquello que no podemos entender con la razón. Es algo que sólo podemos comprender cuando Dios nos lo revela. El misterio de la Santísima Trinidad -Un sólo Dios en tres Personas distintas-, es el misterio central de la fe y de la vida cristiana,  pues es el misterio de Dios en Sí mismo. Aunque es un dogma difícil de entender, fue el primero que entendieron los Apóstoles. Después de la Resurrección, comprendieron que Jesús era el Salvadorenviado por el Padre. Y, cuando experimentaron la acción del Espíritu Santo dentro de sus corazones en Pentecostés, comprendieron que el único Dios era Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los católicos creemos que la Trinidad es Una. No creemos en tres dioses, sino en un sólo Dios en tres Personas distintas. No es que Dios esté dividido en tres, pues  cada una de las tres Personas es enteramente Dios. Padre, Hijo y Espíritu tienen la misma naturaleza, misma divinidad, misma eternidad, el mismo poder, la misma perfección; son un sólo Dios. Además, sabemos que cada una de las Personas de la Santísima Trinidad está totalmente contenida en las otras dos, pues hay una comunión perfecta entre ellas. Con todo, las personas de la Santísima Trinidad son distintas entre sí, dada la diversidad de su misión: Dios Hijo-por quien son todas las cosas- es enviado por Dios Padre, es nuestro Salvador. Dios Espíritu Santo-en quien son todas las cosas- es el enviado por el Padre y por el Hijo, es nuestro Santificador. Lo vemos claramente en la Creación, en la Encarnación y en Pentecostés. En la Creación, Dios Padre está como principio de todo lo que existe. En la Encarnación, Dios se encarna, por amor a nosotros, en Jesús, para liberarnos del pecado y llevarnos a la vida eterna. En Pentecostés, el Padre y el Hijo se hacen presentes en la vida del hombre en la Persona del Espíritu santo, cuya misión es santificarnos, iluminándonos y ayudándonos con sus dones a alcanzar la vida eterna. Para explicar este gran misterio, existen ciertos símbolos que son entendibles a nuestra razón: La Santísima Trinidad es simbolizada como un triángulo. Cada uno de los vértices es parte del mismo triángulo y sin embargo cada uno es distinto. También podemos simbolizar a la Santísima Trinidad como una vela encendida: La vela en sí misma simboliza al Padre, la cera que escurre es el Hijo, que procede del Padre y la llama encendida es el Espíritu Santo. Los tres son “vela”, pero son distintos entre sí. Hay quienes simbolizan a la Santísima Trinidad en forma de trébol. Cada una de las hojas es “trébol” pero son distintas entre sí ¿Que hacemos al persignarnos “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”? Es costumbre de los católicos repetir frecuentemente estas palabras, principalmente al principio y al fin de nuestras acciones. Cada vez que hacemos la Señal de la Cruz sobre nuestro cuerpo, recordamos el misterio de la Santísima Trinidad.
– En el nombre del Padre: Ponemos la mano sobre la frente, señalandoel cerebro que controla todo nuestro cuerpo, recordando en forma simbólica que Dios es la fuente de nuestra vida.
-…y del Hijo: Colocamos la mano en el pecho, donde está el corazón, que simboliza al amor. Recordamos con ello que por amor a los hombres, Jesucristo se encarnó, murió y resucitó para librarnos del pecado y llevarnos a la vida eterna.
-…Y del Espíritu Santo: Colocamos la mano en el hombre izquierdo y luego en el derecho, recordando que el Espíritu Santo nos ayuda a cargar con el peso de nuestra vida, el que nos ilumina y nos da la gracia para vivir de acuerdo a los mandatos de Jesucristo.  Algunas personas argumentan que no es verdad porque no podemos entender el misterio de la Santísima Trinidad a través de la razón. Esto es cierto, no podemos entenderlo con la sola razón, necesitamos de la fe ya que se trata de un misterio. Es un misterio hermoso en el que Dios nos envía a su Hijo para salvarnos.


The Holy Trinity

Perhaps the deepest, the most profound of all mysteries is the mystery of the Trinity. The Church teaches us that although there is only one God, yet, somehow, there are three Persons in God. The Father is God, the Son is God, the Holy Spirit is God, yet we do not speak of three Gods, but only one God. They have the same nature, substance, and being. We came to know this immense mystery because Christ revealed it to us. Just before ascending He told them: “Go teach all nations, baptizing them in the name of the Father and of the Son and of the Holy Spirit” (Matthew 28:19). We know that these Three are not just different ways of looking at one person. For at the Last Supper, Jesus told us: “I came forth from the Father.” So He is different from the Father. But He also promised: “If I go, I will send Him [the Paraclete] to you. . . . He will guide you to all truth” (John 16:28, 7, 13). So the Holy Spirit is also different. Even though the Three Persons are One God, yet they are distinct: for the Father has no origin, He came from no one. But the Son is begotten, He comes from the Father alone. The Holy Spirit comes or proceeds from both the Father and the Son. These different relations of origin tell us there are three distinct Persons, who have one and the same divine nature. Even though everything the Three Persons do outside the Divine nature is done by all Three, yet it is suitable that we attribute some works specially to one or the other Person. So we speak of the Father especially as the power of creation, of the Son as the wisdom of the Father, of the Holy Spirit as goodness and sanctification. The two doctrines of the Trinity and the Incarnation are the foundation of Christian life and worship. By becoming man, God the Son offered us a share in the inner life of the Trinity. By grace, we are brought into the perfect communion of life and love which is God, Father, Son and Holy Spirit. This sharing in the life of the Trinity is meant to culminate in heaven, where we will see the three Persons face to face, united to them in unspeakable love.

Catholic Culture: Solemnity of the Body and Blood of Christ

The Solemnity of the Most Holy Body and Blood of Christ is also known as the Solemnity of Corpus Christi, which translates from Latin to “Body of Christ.” This feast originated in France in the mid‐thirteenth century and was extended to the whole Church by Pope Urban IV in 1264. It is celebrated on the Thursday following the Trinity Sunday or, as in the USA, on the Sunday following that feast. This feast calls us to focus on two manifestations of the Body of Christ: the Holy Eucharist and the Church. The primary purpose is to focus our attention on the Eucharist. The opening prayer at Mass calls our attention to Jesus’ suffering and death and our worship of Him, especially in the Eucharist. At every Mass our attention is called to the Eucharist and the Real Presence of Christ in it. The secondary focus of this feast is upon the Body of Christ as it is present in the Church. The Church is called the Body of Christ because of the intimate communion which Jesus shares with his disciples. He expresses this in the gospels by using the metaphor of a body in which He is the head. This image helps keep in focus both the unity and the diversity of the Church. The Feast of Corpus Christi is commonly used as an opportunity for public Eucharistic processions, which serves as a sign of common faith and adoration. Our worship of Jesus in His Body and Blood calls us to offer to God our Father a pledge of undivided love and an offering of ourselves to the service of others.