VENGAN A MI / COME TO ME

Trabajamos mucho y nos esforzamos por muchas cosas. Al fin y al cabo, para eso vinimos muchos de nosotros a este país. A veces nos parece que la vida es una lucha. Cuando, luego de haber trabajado mucho por algo, todo sale bien, nos sentimos como guerreros que salieron triunfantes de una batalla; y a veces nos gustaría, en cierto modo, pavonearnos, contárselo a mucha gente. Es normal; es como una justa recompensa a la gran inversión de energía que hicimos; pero, al entrar en lo profundo de nuestro corazón, nos damos cuenta de que, toda esa satisfacción y orgullo en realidad se debe a Dios. Como el rey del pasaje del que habla Zacarías, continuamos nuestra vida con alegría y agradecimiento, pero con la profunda humildad de quien sabe que todo se le ha dado.

En el evangelio de hoy, Jesús se alegra de que la misión de los apóstoles haya resultado en que los pobres recibieron el anuncio; no por esfuerzo o valor propio, ciertamente, sino por la extraordinaria e inconmensurable gracia de Dios. Con ese convencimiento, somos capaces de enfrentarnos a cualquier cosa: no estamos solos en nuestras luchas; y Jesús nos invita: “Vengan a mí los que estén cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo; porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. Jesús no lo decía aseverando que quienes creen en Él llevan menos pesos en la vida; de hecho, muchos creyentes tienen que soportar grandes sufrimientos. El consuelo viene por la certeza de que Jesús está en todas nuestras luchas y no tenemos que manejarlas solos. Tenemos a alguien mucho más poderoso que nosotros que nos lleva, sostiene y hace triunfar, no por la fuerza y la violencia, sino porque camina con nosotros. Así podremos sentirnos siempre triunfadores: humildes y agradecidos, pero triunfadores. 

Para la reflexión: ¿En qué luchas ando en estos momentos? ¿Cómo me enfrento a ellas? ¿Siento a menudo que las victorias se deben a mi esfuerzo? ¿Encuentro en Jesús mi fuerza y mi descanso?


We work hard and strive to achieve many things. Ultimately, that’s why many of us came to this country. Sometimes we feel as if life is a struggle. When, after having worked hard for something, all goes well, we feel like warriors who emerged triumphant from a battle; and sometimes we would like, in a way, to show-off, to tell many people. That’s normal; it is like a just reward for the great investment of energy that we made; but, as we enter the depths of our hearts, we realize that all this satisfaction and pride is really due to God. As the king of the passage Zechariah speaks about, we continue our life with joy and gratitude, but with a deep humility since we know that all has been given to us by God.

In today’s gospel, Jesus is pleased that the mission of the apostles has resulted in the poor receiving the news. That has happened certainly not by personal effort or worth, but by the extraordinary and immeasurable grace of God. With this conviction, we are able to deal with anything since we are not alone in our struggles; and Jesus invites us: “Come to me all you who are weary and burdened, and I will give you rest. Take my yoke upon you, for my yoke is easy and my burden is light.” Jesus did not say it claiming that all who believe in Him carry lighter burdens. in this life; in fact, many believers have to endure great sufferings. The consolation and comfort come, however, from the certainty that Jesus is in all our struggles and we do not have to handle things alone. We have someone much more powerful than us who leads, sustains, and makes us succeed, not by force and violence, but because he walks with us. So we may feel always victorious: humble and grateful, but winners.

For Reflection: What are my current struggles? How can I face them? Do I often feel that victories are due to my own efforts? Do I find in Jesus my strength and my rest?

 

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